Flor silvestre en la Fundación César Manrique

Libertad, divino tesoro...

Un hombre lee, tranquilo, en una plaza española
cualquiera, sin darse cuenta del tesoro de libertad  que posee..
.
En realidad, el poema va así: "Juventud, divino tesoro ¡Ya te vas para no volver! ..." (Rubén Darío). Pero me atrevo a apropiarme del título porque en verdad, la libertad es un tesoro cuyo incalculable valor solo se conoce cuando se pierde...

Cuando deambulo tranquilo, por estas calles españolas-canarias, sin temor al arrebatón de la cámara o de la bicicleta, sin temor a que un "paco" (policía) me pare, me pida los papeles y con cualquier excusa (¿donde está  la factura de la bicicleta?) te tumbe unos reales; cuando leo material que sería difícil publicar sin retaliaciones en otras latitudes; cuando voy a una tasca, caminando, a las 11 de la noche, sin temor al asalto o al robo, cuando en un cajero, a cualquier hora, puedo sacar dinero sin mirar a mi alrededor, y me acuerdo de lo que hemos casi perdido en nuestra querida Venezuela, me doy cuenta que libertad es algo más que poder comprar un periódico o transitar con los vidrios subidos, por si acaso...

Y la hemos perdido, poco a poco, casi sin darnos cuenta; las cosas que nos hacían la vida algo  más grata como un camping a la orilla del mar o en medio de la nada, ahora impensable; un paseo por la ciudad al caer el día, disfrutando del fresco, impensable; salir con los amigos de noche a un espectáculo o a unas copas, no ya impensable pero si difícil. Por no hablar del derecho a la protesta pacífica, que se detiene con "gas del bueno" (Chávez dixit). O de ir a un banco y comprar unos dólares sin necesidad de llenar carpetas con todo tipo de explicaciones y esperar meses. O de comprar el producto que me de la gana, porque si... O, si se es jubilado del seguro social, hacer colas interminables, desde la madrugada, para cobrar una miseria. ¡Cuanta degradación, cuanta humillación!

Y así, hemos perdido tantas libertades que ahora que aquí si las tengo, las recuerdo, en la Venezuela de antaño, con gran nostalgia. Reflexiono sobre esto y me siento afortunado -por mi- y al mismo tiempo triste por mis amigos venezolanos, que ya no las tienen.

¡Cuánto recuerdo aquella Venezuela de paz y tranquilidad, sin sobresaltos ni amenazas, la del trámite alcanzable aunque no fuera fácil; la del hombre, pobre o rico, compartiendo sin rencores una cerveza o una partida de bolas criollas: la de las hallacas familiares y las patinatas hasta el alba!

En fin, como decía el otro: "llueve y escampa...".

¡Pero, joder, es que no para de llover!

2 comentarios:

  1. Este es un comentario de prueba

    ResponderEliminar
  2. Estaba leyendo hoy esta parte del blog, ya que me lo sugirieron hace unos días y me detuve aquí, ya que esa es una de las cosas que quiero que mis hijos (adolescentes todavía) perciban allí en Canarias, esa "sensación de libertad" que solo el que la pierde ,el que se ve encerrada entre rejas en tu propia casa,y etc... lo valora, lo extraña..por esta razón y muchas de las que Ud. enumera, es que los llevo, para que sientan que si hay otras maneras de vivir la vida, aunque no quiero aun dejar de sentir lo que siento por mi país en donde nací, y que lamentablemente hemos perdido poco a poco.
    Excelente su blog!

    ResponderEliminar