Flor silvestre en la Fundación César Manrique

Vuelta a Lanzarote

Plano de la isla de Lanzarote

Jueves, 14 de abril de 2011

Después de una larga (e incómoda) noche, el ferry llega al puerto de Arrecife, capital de Lanzarote. Suenan las sirenas, se activa el movimiento del barco y medio dormido salgo del ferry  con la bicicleta. El reloj me indica que son las 6:30 de la mañana. Es muy temprano y excepto por las luces del muelle, todo está oscuro. Voy caminando, mientras veo alejarse los autos y camiones que vienen en el ferry, sin saber que rumbo tomar. Un cartel en la carretera señala hacia Arrecife y por ahí me voy, caminando, con cuidado de no caerme en la cuneta. Ya, a simple vista, está claro que Lanzarote no es una isla muy desarrollada, pues el pavimento de la carretera y la escasa señalización me indican que el lugar no es nada moderno. Unos 15 minutos después, llego a una estación de gasolina, bien alumbrada y veo a obreros -probablemente trabajadores del puerto- desayunando y hablando alto, como suele hablar la gente de campo, riendo, gritando. Me uno al grupo, hablo con algunos, les explico sobre mi viaje por las islas, y me tomo un gran desayuno. Entretanto, las primeras luces del día van apareciendo en el horizonte y poco a poco veo el paisaje que nos rodea: a lo lejos, Arrecife. Al otro lado, montañas de lomas suaves.

Tan pronto me es posible, pues el amanecer en esta parte del mundo es muy lento (esto contrasta con los crepúsculos repentinos en Venezuela, en el trópico) y tarda mucho en hacerse de día. Y después de oir los consejos de la gente, me lanzo carretera adelante. Al rato llego a Costa Teguise, un lugar muy turísitico, con muchísimas casitas, pequeños hoteles, tiendas, malecones. Tomo la vía más cercana a la playa y allí me paro a tomarle algunas fotos a este amanecer que no termina de aclarar. Entretanto, el pueblo duerme y se ven escasas personas cominando por los malecones, haciendo ejercicio, paseando en bicicleta. Todavía, para la mayoría, es tiempo de dormir...

Amanecer en Costa Teguise, Lanzarote.






Nota: para ver cualquier foto ampliada, haga click sobre la imagen.

Después de un bello paseo, me alejo de Costa Teguise y me dirijo a la carretera principal que va hacia el norte de la isla. El paisaje va cambiando, las montañas redondeadas, muy distintas de las de las otras islas, se van presentando de lado y lado de la carretera.

Montañas redondeadas por millones de años de erosión.


Después de unas horas de pedal, llego a una tienda de abasto en la carretera, cercano al pueblito de Arrieta, donde descanso un rato, compro fruta y agua (y el periódico El País -que suerte, para leerlo en la noche) y sigo un rato por el pueblo, almuerzo y descubro una playita maravillosa donde me doy un buen baño y duermo una breve siesta.

La playita de Anchieta, un bello rincón de Lanzarote.

Tras el descanso, sigo hacia un lugar que todos  me han recomendado: los Jameos del Agua. Este es un espaciodesarrollado por el arquitecto y artista de Lanzarote, César Manrique, utilizando túneles naturales en la lava, una de las maravillas que se pueden ver en esta isla.

Uno de los muchos ambientes de los Jameos del Agua,
desarrollado por el arquitecto y artista César Manrique


Después de este banquete para la vista y el espíritu (vean más fotos en el album al final del relato) continúo hacia mi siguiente meta, que es el mirador del Rio, un pico a unos 470 m sobre el nivel del mar, desde donde espero ver la isla La Graciosa, situada al norte de Lanzarote. Este mirador también fue diseñado por César Manrique.

La subida es larga y dificil, no tanto por la inclinación sino por el fuerte viento del norte, que a ratos me obliga a subir algunos tramos a pie. Poco a poco voy ascendiendo y al final mi premio: una vista maravillosa de La Graciosa, al atardecer, desde este mirador.

Isla La Graciosa, al aterdecer, desde el mirador del Rio


En vista de que el día se me acaba, debo buscar un alojamiento. En el pueblito de Ye, nada. En la cabaña rural, nada, todo lleno. Pero la providencia siempre ayuda, así es que una camarera en un café hace contacto con una amiga que tiene una pensión en Órzola, en el punto más al norte de la isla, y sin perder tiempo bajo, a toda máquina, en 20 minutos, la altura que me tomó tres horas para subir.

Costa oeste de Lanzarote, desde el mirador del Rio

Y depués de una buena cena, a dormir y a soñar con las imágenes del día: Arrecife, Costa Teguise, Arrieta, Los Jameos, Rio...

Y finalmente, les he preparado un album con algunas de las mejores fotos del trayecto de hoy. Espero las disfruten...

Continuará...






Hacia Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura




Lunes 11 de abril de 2011
Después de muchas dudas debido al mal tiempo, decido por fin arrancarme en dirección a Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Estas dos últimas son islas bastante planas, sin los grandes desniveles de La Gomera o Tenerife y, desde el punto de vista del ciclismo, serán más fáciles de recorrer. He estado esperando por este viaje algunas semanas porque el tiempo es lluvioso y frio pero parece que ya mejoró. Así es que me animo, preparo mis "petates" y me levanto temprano este lunes para llegar pedaleando al ferry, a las 7:30 am, hora en que empieza a amanecer en Santa Cruz.

El ferry de Armas que me llevará, cuando amanece el día.
Con un viento fresco, con el aroma del salitre del mar, con buen tiempo, salimos de puerto.

Tenerife se va desvaneciendo en la lejanía. El ferry apenas se mueve y mis temores de marearme (padezco de este mal desde muy pequeño) se desvanecen (gracias también a media pastilla de Biodramina).



Para ver las imágenes ampliadas haga click sobre cualquier foto

Casi sin darme cuenta son las 10 y Las Palmas de Gran Canaria aperecen en el horizonte. La silueta de la ciudad se deja ver, se va haciendo cada vez más grande y más clara.
La silueta de Las Palmas, en el horizonte


Poco a poco nos acercamos; los marineros se apresuran a hacer sus maniobras y los altavoces anuncian el inicio del desembarco "para los que tienen vehículos" (las bicicletas también son vehículos...). Bajo al nivel inferior, busco por todos lados y por fin encuentro mi "vehículo", muy bien amarrado por los marineros. Y sin más, salgo, y empiezo a pedalear sin saber para donde ir.


Llevo un plano de la ciudad que imprimí el día anterior, de Google Maps (¡Dios te bendiga, Google, por facilitarnos la vida...!) y en un rato salgo del área de muelles y estoy metido en el intenso tráfico de Las Palmas -y perdido, claro. Pero resulta que "perderse" en un lugar desconocido es divertido porque descubres calles, plazas, iglesias y lugares que jamás hubieras soñado en visitar. Voy por aquí y por allá y al cabo de un rato, curiosando, llego a mi destino: el edificio del Cabildo de Las Palmas. Alli voy a encontrarme con un viejo amigo venezolano (Francisco Palma), músico popular, que vive en esta ciudad, desde hace unos años, en la parte antigua y bohemia (La Vegueta).

Francisco Palma, al otro lado de la calle, espera.

Nos miramos y saludamos a lo lejos con grandes gestos (¡epa, chamo, como está la vaina!) en las aceras opuestas de un semáforo que tarda una eternidad en cambiar a verde y tras los abrazos y saludos de rigor, nos sentamos a tomar una copa del mejor vino de Lanzarote, compartir historias, echar cuentos de otros tiempos, ponernos al día en los últimos chismes, etc., etc.

El bisabuelo Gabriel Megias Santana
Después de un sencillo pero sabroso almuerzo, me retiro a mi hotel, donde he sido invitado por mis parientes (Andrés Megias Pombo) de Las Palmas que tienen gran curiosidad por conocer mejor a este excéntrico profesor hippie del siglo XXI, que ha venido de las Américas a darle la vuelta a las siete islas en bicicleta y con quien comparte un bisabuelo común (Gabriel Megias Santana, Q.P.D.). Por cierto, El bisabuelo Gabriel fue un hombre emprendedor que fundó, a finales del siglo XIX, una empresa fabricante de chocolates y pastas, (La Isleña), que hoy en día todavía funciona. y con gran éxito. Y sus productos, en especial las pastas, gozan de un gran prestigio en todas las islas del archipiélago. ¡Mis saludos al bisabuelo!

Por la noche, el primo Andrés me viene a buscar para cenar con "las primas y otros parientes". La cena, en un magnífico restaurant de Las Palmas, es todo un acontecimiento. Esta familia Megias, que acaba de conocerme, me recibe con mucho afecto y gran curiosidad . Entre copas y buena comida transcurre una velada inolvidable donde todos quieren saber de mi vida, viajes, aventuras, vivencias... En fin, una cena que nunca olvidaré y que comparto ahora con mis amables lectores, y con los Megias de Las Palmas, que seguramente también leerán el blog. También aquí, tal parece, tengo raíces familiares, tal como me ocurrió en La Gomera con los Ascanio.

Martes 12 de abril 2011


Después de una buena noche de descanso y un mejor desayuno, me encuentro con Andrés que me lleva a conocer la fábrica de pastas La Isleña, situada a unos 10 Km de Las Palmas, en  Arucas, un pueblito antiguo muy simpático, con calles estrechas, de adoquines, casas viejas bien conservadas y ese sabor a colonial, tan típico de las islas Canarias.

La fábrica, por fuera, luce como un edificio normal pero por dentro está lleno de maquinarias, cintas transportadoras, bombas, tableros, todo muy moderno y con nombres italianos (que son los que saben de pastas, claro). El gerente de la fábrica es un señor muy amable (Lolo) que me muestra como se producen las pastas, desde que entra la semolina hasta que salen los spaghetti, macarones y fideos ya envasados . ¡Una maravilla de fábrica, limpia y bien organizada!

Un trabajador revisa, con orgullo,
una tableta de chocolate La Isleña

En todas partes veo los trabajadores muy dedicados a sus tareas y aplicados, pues para ellos la fábrica lo es todo. Muchos obreros han entrado a laborar desde muy jóvenes y han dedicado su vida al arte de hacer pasta, buena pasta, por muchos años. Les noto un gran orgullo, cuando me presentan los envoltorios del producto terminado, listo para el consumo. Amor por su trabajo, satisfacción en lo que hacen: es una de las razones por las que las pastas La Isleña, durante más de un siglo, han sido las preferidas de la población (ojo: esto parece una cuña, pero es la pura verdad...).

Pero si sienten orgullo por algo es por la fabricación de los chocolates (exquisitos, los pruebo en cada etapa), que fueron, en 1901, motivo de la adopción por la reina  María Cristina de Austria (Regente de España para la época), como "proveedores de la Casa Real española". Como anecdota, les cuento que les regalé una tableta del más exquisito chocolate venezolano, El Rey, que había traído desde Valencia como regalos para mis familiares y amigos y que ahora me sirven para esta importante ocasión. ¡Ya me dirán si les gustó...!

Termino la visita con un excelente almuerzo (el mejor pescado que he comido en años) y mejor vino de Lanzarote, regresando al hotel para un breve descanso. Y en la tarde (oscurece a las 8 pm) concluyo con un gran paseo por la zona colonial de Las Palmas (la Vegueta), acompañado del amigo Palma. La ciudad antigua, con sus calles estrechas, casas antiguas, muy bien conservadas y sus bulevares  modernos con numerosas terrazas para tomar un café o copas, disfrutar del buen clima, ver los numerosos transeuntes, muchos de ellos extranjeros, y, en fin, disfrutar sin prisas, de un ambiente grato, tranquilo y variado.

Al fin del día, kilómetros en bicicleta: CERO. El día se me fue en puros paseos,  caminando... ¡Bueno, eso también vale!

Miércoles 13 de abril 2011 - Recorrido de la isla en automovil


Nuevamente, después de un buen desayuno, me recoje en el hotel, esta vez es el primo Jaime Megias, para "darme una vuelta por Gran Canaria". Bueno, la vuelta se convierte, literalmente, en una vuelta a toda la isla.

En azul, el recorrido por la isla de Gran Canaria.
Vamos subiendo hasta la montaña más alta, con una vista espléndida del Teide, pasando por paisajes bellísimos, hasta llegar al sur, que es la zona más turística, para después regresar, por la costa, a Las Palmas. Ya por la tarde, tras un largo día lleno de gratos recuerdos, me despido de Jaime, que ha sido un guía superamable con este primo que le cayó del cielo, y voy a descansar un rato al hotel.

Les incluyo un álbum con algunas de las fotos que tomé por el camino.



Y por la noche, a las 10 pm, preparo mis equipajes, me despido del personal del hotel, que me han tomado un gran aprecio, me monto en mi bici en una noche clara y fresca y me voy, pedaleando si, esta vez, por una magnífica vía que bordea el mar (unos 8 Km), hasta el muelle del ferry. Y las 11, salgo rumbo a Lanzarote (un viaje de 7 horas). Poco a poco me quedo dormido, soñando con las experiencias de estos últimos tres días, con los amables parientes, la fábrica del bisabuelo Gabriel...

Continuará en Lanzarote...