Al despedirme de Venezuela, el maravilloso paisaje tropical me saluda y me recuerda tiempos felices en esta tierra cálida y espléndida. |
El sábado 27 de noviembre de 2010, después de largas colas (por un derrumbe en la autopista) y otras peripecias, llegué a Maiquetía, que es el principal aeropuerto de salida de Venezuela. Mientras esperaba para abordar el avión, mi nombre sonó en los altavoces (junto a varias personas más): "Miguel Megias, presentarse al personal de Iberia". ya me imaginaba yo que me abrirían las maletas porque llevaba dos cosas que parecen ser prohibidas: chocolates y libros...
En efecto, escoltado por personal de la línea aérea, tuve que ir a los sótanos del aeropuerto (un lugar oscuro, sucio y maloliente) donde, después de 10 minutos de paciente espera un guardia nacional jovencito me preguntó cual era mi maleta ("aquella, señor") y después de abrirle el candado empezó a sacar todo y a preguntar que era cada uno de los objetos (ropa, libros, un tensiómetro, accesorios de la bicicleta, y... ¡chocolate!). Esto fue lo que más le interesó, de modo que después de olerlo, rompió una tableta ("si quiere probarlo, tome una señor") y sin más me interrogó sobre porque llevo chocolate, para quien, que hago, adonde voy, ...
Terminada la revisión (con éxito y con una pastilla de chocolate menos), regreso a la sala de espera ("¡aquí llegamos los delincuentes!", le digo en broma a la chica de Iberia, que se ríe y se excusa).
Ya a bordo, me siento en el 37C. El 37A es el único asiento libre de todo el avión. ¡Que raro! Me espera una buena noche de sueño en un doble asiento, pienso...
El avión parado, 45 minutos, el piloto diciendo que hay un problema con las comunicaciones (puro cuento, según veo después) y por fin... la pasajera del 37A llega, llorando inconsolablemente. Despega el avión y cuando la señora se calma, nos echa el cuento.
La han detenido en el aeropuerto, la han llevado en una patrulla de la policía a una clínica, la han registrado en sus partes íntimas (una mujer policía) y le han tomado una placa de rayos X pensando que lleva drogas en su interior. Y para rematar, como no lleva drogas, le han exigido ¡que pague la placa! Bueno, el colmo. Y por supuesto, la devuelven al avión ("el avión no sale sin nuestro permiso") y al llegar, la señora se abraza a la aeromoza y empieza a llorar. Fin de la historia.
Llegada a Madrid, con retardo claro. Espera de dos horas para tomar el avión a Canarias lo que me permite pasear un poco, tomar un café y un bocadillo y leer mi periódico favorito: El País...
Finalmente, a las 4:15, llegada al aeropuerto de Los Rodeos, cercano a La Laguna, en Tenerife donde me espera la familia (Francine).
Fin del viaje, por ahora...
Lamentablemente, junto a las buenas memorias de Venezuela, también hay otras cosas no tan buenas. Por ejemplo, estos soldados, bien armados, custodiando un puente, no se sabe para que...
Caramba! Este viaje ya empezó a ser interesante.
ResponderEliminarSeguiremos la saga del viaje a las 7 islas en bici!
Profe, llegué un poco tarde a leerlo, pero hoy empecé con el primero. Nos llevó al aeropuerto con cada descripción!!! Excelente escritor como siempre :D
ResponderEliminarEse viaje a los sótanos del aeropuerto ya lo conozco, en una ocasión tuve la oportunidad de hacerlo. En mi caso particular no sé qué buscaban. Casi no registraron la maleta, sólo la abrí, me preguntaron para dónde iba, y me dijeron "está bien, puede cerrarla". Pero vi allí mismo que a otras personas le revisaron hasta las puntadas de los hilos de la maleta, después de revisar una a una cada prenda o cosa que llevaban en el equipaje. Y no conformes con eso,al no encontrar nada, las ponían en el suelo y traían a los perros detectores de drogas y los pasaban una y mil veces, hasta que se cansaban de su búsqueda infructuosa. Todo lo vi en la interminable espera que tuve esperando mi turno. ¿En qué consiste eso? ¿Llaman y registran al azar? ¿Se guían por la cara del pasajero? ¿Me parecería yo a algún ministro cuando sólo me mandaron a abrir y cerrar la maleta inmediatamente? Vaya usted a saber. En Venezuela cualquier cosa puede ser.
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