Nuevamente me levanto, ya descansado, y después de un buen desayuno, me arranco a pedalear hacia la siguiente meta, que es llegar a Playa Blanca, al sur de la isla.
En la primera parte, una subida suave de unos 6 kilómetros, llego a Soo. Es curioso, los nombres de algunas poblaciones son muy cortos como Soo o Ye.
Una campesina del lugar me permite tomarle una foto. Tiene los rasgos típicos de "la gente de antes".
Sigo avanzando y al llegar a cada pueblito me sorprende la blancura de las casas (todas son blancas) y el verde de de puertas y ventanas. Me dicen que esto fue una imposición del artista César Manrique, que tanto quiso a su isla. La blancura es extraordinaria y resalta contra el suelo, muy negro, volcánico, que las rodea.
En estos suelos, curiosamente, me dicen que se puede cultivar pues bajo la primera capa de lava negra yace un segunda capa muy fertil. El rocío de la noche mantiene húmeda, permanentemente, ese subsuelo. ¡Todo un milagro de la naturaleza!
Después de algunos kilómetros más, en carreteras casi desiertas, paro un rato a contemplar y fotografíar una casa con la palmera datílera tan típica de las islas.
A partir de un cierto punto, el paisaje es totalmente "lunar", la antigua erupción de volcanes cubre por completo el terreno por kilómetros. Llego, un tiempo después al museo del parque nacional de Timanfaya, que tiene un interesante exposición sobre el vulcanismo en la isla. La última explosión ocurrió en 1824, cuando Simón Bolívar andaba cabalgando por las Américas.
Van pasando las horas ya tengo un hambre feroz pero por estos lados no hay sino lava, lava y más lava. Un paisaje realmente espectacular por lo extraño de la lava congelada y también porque de vez en cuando, una pequeña mata trata de sobrevivir en este sequísimo y árido lugar.
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Una vez cruzado el punto más alto, a unos 600 m sobre el nivel del mar, que es donde comencé el recorrido de hoy, me voy deslizando hacia mi destino, que aún queda a unos 30 Km. Paso por el pueblito de Yaiza y sigo directamente hacia Playa Blanca. Una hora y pico después llego, un final feliz, cansado pero contento de haber llegado a la meta.
Playa Blanca es un lugar muy turístico, con grandes hoteles pero también con buenas pensiones y habitaciones de alquiler. Consigo un, en pleno pueblo, a a 100 m del malecón y allí me quedo dos días, pues el ferry de Fuerteventura no sale sino hasta dentro de tres días.
Desde el malecón se ve, a plena vista, la costa norte de Fuerteventura. Los ferries de Armas entran y salen varias veces al día. Pasear por el malecón, entretenerse viendo los miles de artículos para turistas, comer y beber a gusto (y a buen precio) me ocupan lo dos días siguientes.
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Viaje a Fuerteventura
Llega el momento de tomar el ferry, rumbo a Cooralejo, a 13 Km. Un viaje cortito, que apenas da tiempo de subir a la cubierta y bajar. Piso Fuerteventura y ya desde el primer momento se nota la diferencia. Aquí no hay lava, sino arena. Arena, arena y más arena por todas partes. Un paisaje muy monótono, con playas magníficas, grandes hoteles cerca de la orilla, con una buena carretera. ¡Pero con el viento en contra! Son apenas unos 30 Km a recorrer entre Corralejo y Puerto del Rosario, donde mañana tomaré el ferry de vuelta a Tenerife. ¡Pero que 30 Km, amigos! El viento te impide pedalear, te saca de la carretera (bien peligroso) y con dificultad se puede hacer 6 o 7 Km por hora. Descanso a medio camino y hasta duermo una siesta, después de un buen almuerzo. Y por fin, cinco horas después de salir de Corralejo, llego al Puerto del Rosario, capital de Fuerteventura.
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La ciudad se ve pobre, con pocas edificaciones, con mucha arena incluso en las calles laterales sin pavimentar, un lugar muy distinto a Playa Blanca. Bueno, una noche más en una pensión modesta pero muy limpia, una cena de pescado frito (sardinas) que estaban riquísimas y a esperar a mañana, cuando tome el ferry de vuelta.
Regreso a Tenerife
El regreso, un montón de horas, se hace un tanto largo. Vamos navegando paralelo a la costa de Fuerteventura y ya en mar abierto, a lo lejos, se divisa Gran Canaria, donde hay que hacer trasbordo de ferry (cambio de muelles) que se facilita gracias al autobús de Armas.
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En Las Palmas, Gran Canaria, se montan muchos pasajeros, jóvenes casi todos, estudiantes universitarios que viven en una isla y estudian en otra.
Finalmente, tras más de 10 horas de viaje, llego a Santa Cruz, por la noche ya, y nuevamente comienzo a pedalear los 3 kilómetros que separan al muelle de mi habitación.
En la noche, ya antes de dormir, un recuento de mi viaje, imágenes de lo vivido, los volcanes de Lanzarote, las maravillosas instalaciones de los museos de César Manrique, los kilómetros recorridos, el esfuerzo... ¡Todo valió la pena!
Regreso a Venezuela
Pues apenas me quedan 3 días para mi regreso a Venezuela. Ya recuperado del esfuerzo, hago maletas, compras de última hora y en un sábado, a las 6.30 de la mañana voy en taxi al aeropuerto de Los Rodeos (a 17 Km de Santa Cruz) para el primer tramo del retorno.
A las 7 sale el vuelo, y tres horas después desembarcamos en el aeropuerto T4 de Madrid, una maravilla de modernidad y eficiencia. Una breve espera de unas horas, embarque en Iberia y 8 horas después del despelote de Maiquetia.
Fin del viaje, por ahora...